“El que
no arriesga, no gana”
Por
Elisa Gómez Vázquez
“…Si quieres ser Matusalén vigila tu colesterol, si tu
película es vivir cien años, no lo hagas nunca sin condón.
Es peligroso que tu
piel desnuda roce otra piel sin esterilizar, que no se infiltre el virus de la
duda en tu cama matrimonial,
Joaquín
Sabina, cantautor andaluz.
Resumen: el siguiente texto plantea la
concepción de la palabra “riesgo” en el contexto de la globalización. Menciona
las ideas y propuestas de autores como Antony Giddens y Milton Santos, así como
argumentos de Albert Einstein. El desamparo de la población ante la
incertidumbre y la difícil ponderación del daño.
Palabras clave: riesgo, riesgo externo,
riesgo manufacturado, principio precautorio, seguro, alarmismo.
Summary: The
following article shows the concept of the word "risk" in the context
of globalization. It mentions the ideas and proposals of authors as Antony Giddens
and Milton Santos and arguments of Albert Einstein. The helplessness of the
population due to the uncertainty and the difficult balancing of harm.
Keywords: risk, external risk, manufactured risk, precautionary principle sure, alarmism.
Las noticias llegaron esta mañana a mi
teléfono celular, las estadísticas dicen que este año, en el estado de
Jalisco, nacerán 148 mil personas, y
morirán 42.7mil (Unonoticias/COEPO). No dicen si los que se mueren este año, seremos tú o
yo. Sin certezas, solo probabilidades: accidentes automovilísticos, asesinatos,
cánceres, infartos, dengues, etc. Entonces, por principio precautorio no debo subir a mi auto si no quiero morir en
él o por él; no debo salir a la calle; debo cuidar que lo que como esté
esterilizado, que no tenga ninguna alteración química, o
portar un cubre bocas si pienso abrir la ventana; si no quiero
divorciarme, empezaré por no casarme, me
bañaré con agua purificada para no
perder el cabello, y así sucesivamente.
A la mayoría nos desanima la impotencia
ante las problemáticas globales que se hacen individuales (desastres
ambientales, inflación, daños sanitarios, etc.), y más al ver que a nadie en el
mundo le importa la desgracia individual ¿Qué tanto esas problemáticas son una
paranoia? ¿hasta qué punto son exageraciones, y hasta qué punto nos están
matando?
Anthony Giddens[1]
(2000) explica la evolución que la palabra “riesgo” ha tenido desde su
aparición en el siglo XVI, de cómo posteriormente llegó a referirse a una
amplia gama de diferentes situaciones de probabilidad e incertidumbre. Y aunque no es igual a amenaza o peligro, aceptarlo
conlleva excitación y aventura.
Mas como todo, tiene su lado positivo, es
gracias a la generación de adrenalina que conlleva, que es la fuente misma de
la energía que crea riqueza en una economía moderna. El riesgo es la dinámica
movilizadora de una sociedad volcada en el cambio que quiere determinar su
propio futuro en lugar de dejarlo a la religión, la tradición o lo caprichos de
la naturaleza. Por esto es tan comprensible que el capitalismo acoja el riesgo.
El capitalismo es impensable sin el riesgo.
Y como hasta de sus traspiés sacan
ventaja, apareció en el mercado el seguro,
que se creó como “remedio” o paliativo al temor por el riesgo, puesto que no lo
elimina o lo evita, sino que lo intercambia o transfiere a un tercero gracias
al pago previo.
Giddens tiene a bien explicar el fenómeno ofreciendo dos tipos de riesgo. El externo y el manufacturado. El primero es aquel que se experimenta como viniendo
del exterior, de las sujeciones de la tradición o de la naturaleza; un segundo
se refiere al creado por el impacto mismo de nuestro conocimiento, es decir,
los directamente influidos por la globalización, por ejemplo. En la actualidad
gracias a las predicciones científicas, los primeros han sido adjudicados a los
segundos, por el hecho de que ya hay pocos aspectos del ambiente material que
nos rodea que no se han visto influidos de algún modo por la intervención
humana.
Aquí entramos en materia de riesgos
propios de la globalización: se derriten los polos, lluvia ácida, malformaciones genéticas,
desastres ambientales, guerras nucleares, desequilibrio o pérdidas en economía y finanzas, etc. Mi
riesgo es tu riesgo, y como se dice vulgarmente, y el de todos los que me llevaré entre las patas, aunque lamentablemente no sean tan calculables
como nos hacen pensar.
Existen estratos tan bajos que no se
enteran, y consumen los productos (que no pasan los estándares de calidad) que
desechan los países primermundistas. Como menciona Einstein[2],
el capitalismo no protege los intereses de los grupos no privilegiados de la
población.
Hay quienes creen en lo que el científico
pública, o lo que los medios le permiten publicar, aunque el grueso de la
población no comprenda muy bien de qué se trata. Si algún miembro del gobierno,
científico experto o un investigador se toma un determinado riesgo en serio,
debe proclamarlo. No obstante, en el afán de encontrar responsables y de mantener al mundo informado, se corre el
riesgo de caer, por un lado en el encubrimiento, o por otro, en el alarmismo.
En la actualidad todo el mundo reconoce
ahora el carácter esencialmente variable de la ciencia. Las personas adoptan
una decisión en el contexto de información científica y tecnológica
incompatible y cambiante. Paradójicamente, como si fuese una moda, tenemos esas
oleadas espontaneas de alérgicos al gluten, la lactosa o la glucosa, poniendo
de moda la linaza, lo “light” o lo libre de grasas trans; fiebres de consumo,
estrategias que manipulan a las masas creando productos-cura e inmediatamente
la enfermedad que creará la hipocondría.
Muchas veces no hay suficientes pruebas
para soportar una afirmación (riesgo manufacturado), de pronto hay quienes
creen que son inventos del gobierno para solucionar otros entuertos, y los
menos expertos en dichos temas empezamos a interpretar o especular si será para tanto el ántrax, el SIDA, la influenza
H1N1, o por si acaso el “chupacabras”.
La tranquilidad o la neurosis de la población dependen en gran parte de lo que
los medios masivos informen[3] y
lo que la gente esté dispuesta a creer, no siempre de lo que los científicos
descubran.
Además, ya que la ciencia también es
perfectible, no hay manera de precisar si el reciente descubrimiento no será
derribado por el siguiente, o el siguiente. Otra opción más eficaz de manejar
el aumento del resigo manufacturado, para algunos, es el de limitar la
responsabilidad adoptando el llamado principio
precautorio: actuar en respuesta aunque no haya evidencia científica
definitiva sobre las cuestiones medioambientales (y por inferencia, de otras
formas de riesgo). No obstante, el auge
o la animosidad de la limitación de uso o consumo no es de gran impacto, la
regla de estar cerca de la naturaleza, o de limitar la innovación en lugar de
entregarse a ella, no siempre puede aplicarse. La razón es que es imponderable
el balance entre el coste beneficio del avance científico y tecnológico (y de
otras formas de cambio social).
Más allá de encontrar el culpable, de
dejarnos llevar o no por las manipulaciones mercadológicas, si hacernos
orgánicos, veganos ascetas o no… actualmente no tenemos las instituciones que
nos permitan controlar el cambio tecnológico, a nivel nacional o mundial. De qué
sirve que existan centenas de organizaciones o sociedades que avalan o
certifican productos como sanos, o acciones como “responsables”, si no sabemos
hasta qué grado son también manipuladas por
los intereses de las grandes economías[4]. Qué
fuerza pueden tener entonces los procuradores de la Salud Social, Salubridad
o la OMS con tales candados.
Los riesgos, no terminan aquí, el debate
continúa. Milton Santos[5] habla
de una crisis que se profundiza y una aceptación de remedios sugeridos, en la
que los altos mandos exprimirán a los de abajo con tal de no sufrirla. Por lo
tanto, la solución no está en la pasividad para no rozar con el conflicto, la
adopción activa de los riesgos es el elemento esencial de una economía dinámica
y de una sociedad innovadora. Crear discursos y acciones si no de impacto
local, si individual. Tener la inteligencia y la apretura para manejar esos
riesgos no nos mantendrá al margen del fenómeno, ¿pero es que acaso hay alguien
que viva sin ser tocado por la globalización?
Consultados:
www.unonoticias.com
COEPO
[1] GIDDENS, A. (2000) Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Madrid:
Taurus. Cap. II El riesgo, PP. 33-48.
[2] Albert
Einstein, Ensayo: ¿Por qué socialismo?
Primera edición: en Monthly REview, Nueva York, mayo de 1949.
[3]
Ibíd. “los capitalistas controlan directa o indirectamente, las fuentes
principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente
difícil, y de hecho en la mayoría de los
casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener
conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos”.
[4] “Lo que es transmitido
a la mayoría de la humanidad es, de hecho, una información manipulada que en
lugar de aclarar confunde. Esto es tanto más grave cuanto, en las condiciones
actuales de la vida económica y social, la información constituye un dato
esencial e imprescindible (…)” Santos, Milton. Por otra globalización del pensamiento
único a la conciencia universal” Bogotá. Convenio Andrés Bello, 2004. Pág. 36.